La estrategia de estos expertos para invertir hoy y jubilarse sin dramas: cuál es el activo más valioso

El haber jubilatorio no llegará a cubrir más que el 15 o 30 por ciento del salario que un ejecutivo tenía el último día en actividad. Alcanzar el bienestar financiero es un objetivo que se repite en estos tiempos. Sin embargo, conseguirlo requiere de una estrategia de largo plazo.

Las tormentas alarman sobre goteras y filtraciones sin reparar. Cuando el agua cae, ya es tarde para arreglarlas, y solo queda tratar de salir del paso con parches. Algo similar sucede, a menudo, con las finanzas personales. No prevemos lo suficiente y cuando hay que barajar cambios grandes como es el momento del retiro, caemos en la cuenta que no estamos lo suficientemente preparados.

Pasan los años, cambian gobiernos, pero ¿qué puede esperar de la jubilación que le otorga el Estado una persona que aportó durante toda su vida activa al sistema previsional? En líneas generales, menos que lo que necesita para mantener su estándar de vida. Haciendo zoom sobre quienes se ubican actualmente en el pico de la pirámide en cuanto a ingresos, ese haber jubilatorio será “muchísimo” menos que lo que necesitará mensualmente.

Diego Deza, director de Retiro de Willis Towers Watson (WTW), lo pone en blanco sobre negro: “Si consideramos que en nuestro país el nivel de contribuciones al sistema de los aportantes activos (entre aportes de los empleados más las contribuciones de las empresas) ronda el 20 por ciento del salario, para generar un reemplazo del salario al retiro razonable de un 60 a 80 por ciento, se debería contar con 3 a 4 aportantes por jubilado. Esa relación hoy está en 1.3, lo que muestra claramente que la financiación es totalmente deficiente”.

“Este desequilibrio -avanza Deza- es la principal causa de los magros beneficios que reciben nuestros jubilados y tiene origen primordialmente en el alto nivel de informalidad de nuestra economía, ya que gran parte de la población no realiza aportes, pero igualmente termina accediendo a los beneficios, ya sea a través de moratorias o por edad avanzada”.

La mayoría de los empleados piensa vivir su retiro por medio de ahorro, inversión o negocio; sin embargo, la mayoría ahorra menos del 5% de su sueldo.

El problema es aún más complicado cuando se hace una proyección a largo plazo ya que hay dos variables que no estarían jugando a favor para mejorar esa relación: por un lado, la expectativa de vida tiende a ser mayor con el tiempo, lo que incrementa la proporción de jubilados. Y, por otro, la tasa de natalidad (que tiene su correlato en la población activa) que tiende a disminuir en el tiempo.

Otro dato que debe tenerse en cuenta es que el salario sobre el que se realizan aportes a la seguridad social tiene un tope de $ 410.742. Es decir por sobre ese ingreso no se aporta y, obviamente, tampoco se tomará en cuenta para el cómputo del haber jubilatorio. Esto deja en una situación más frágil a futuro a quienes más ganan. La jubilación máxima actualmente es de $ 252.507 mensuales.

Dolores Liendo, líder de Wealth de Mercer para Argentina, Uruguay y Paraguay, pone un ejemplo sobre la mesa: “Para un salario de $ 530.000 mensuales con 30 años de aportes, la tasa de sustitución será del 38 por ciento, por lo que el ahorro debiera proyectar una renta futura de al menos ese porcentaje a través de instrumentos de ahorro e inversión”. En esta línea -aclara- se advierte que el corte más brusco se produce al superar el salario máximo ($ 410.000).

Más arriba, más se complica. Las tasas de reemplazo -es decir el porcentaje que representa la jubilación que se va a recibir del salario en actividad- que se estiman hoy para los perfiles más altos dentro de una organización que se retiran a los 65 años habiendo aportado 35 años al sistema, según los cálculos aportados por WTW, son las siguientes:

  • Nivel ejecutivo: 10 por ciento (tomando como base un salario $ 2,5 millones mensuales)
  • Nivel directivo: 15 por ciento (salario mensual en actividad de $ 1,5 millones)
  • Nivel gerencial: 30 por ciento (respecto de un salario de $800.000)

Ahora bien, esto es para los empleados en relación de dependencia. Peor la llevan todavía los trabajadores y profesionales independientes. “Nos encontramos en un sistema de reparto que favorece más a una equidad sin justicia social y que prácticamente obliga a monotributistas y autónomos a pagar un impuesto confiscatorio ya que los condena a cobrar la jubilación mínima”, opina Mariano De Rosa, director ejecutivo de Más Inversiones. “Por esa razón, los argentinos nos vemos obligados a tomar una decisión crucial: manejar nuestras finanzas personales pensando en el retiro, ya que la jubilación que recibiremos es de las más bajas dentro de los países de la región si comparamos los haberes mínimos”, postula.

Los argentinos se ven obligados a manejar sus finanzas personales pensando en el retiro, ya que la jubilación que recibirán es de las más bajas dentro de los países de la región.

La problemática no es exclusiva de la Argentina, pero en estas latitudes todos los vientos soplan más fuerte y con mayores daños colaterales. En los Estados Unidos, de acuerdo a datos que publica Merrill Lynch, “aunque la seguridad social nunca fue pensada como la única fuente de ingresos para la jubilación, muchos de los estadounidenses más jóvenes actualmente se están dando cuenta de que el monto de ese pago mensual puede ser aún menor de lo que habían anticipado”. De hecho -postula el banco de inversión- según una encuesta de octubre de 2021 de Civic Science, más del 53 por ciento de las personas de 25 a 44 años dudan de que el seguro social esté ahí para ellos, y aquellos que se acercan o ya están jubilados tienen preocupaciones sobre la solvencia de ese programa.

“Es probable que el dinero que ahorre e invierta personalmente siga desempeñando un papel más importante en la determinación de su seguridad financiera durante la jubilación que el seguro social“, sostiene Jeremy Kaneer, director de Retirement and Personal Wealth Solutions de Bank of America.

El panorama está claro. Manda, entonces, tomar cartas en el asunto para garantizarse a la hora del retiro, un ingreso extra que permita disfrutar de esa etapa a pleno.

“Las principales necesidades financieras de los empleados (más del 50%) son: cubrir necesidades básicas familiares (alimentos, ropa y vivienda) y poder ahorrar”.

¿Cómo y cuándo arrancar? Cuánto antes. Y en ese sentido la frase tan popular “el mejor momento fue ayer, el otro mejor momento es hoy”, calza de maravillas.

Herramientas para encarar la planificación de largo plazo hay -incluso en épocas de tanta volatilidad e incertidumbre a nivel financiero global-, lo importante es ponerlas en uso y combinarlas para lograr los mejores resultados.

En este tipo de estrategias el activo más valioso es el tiempo, incluso más que de cuánto sea el aporte o ahorro. El segundo en el top de importancia para llegar al retiro con éxito es la constancia. Ambos, sumados a un plan de inversión diversificado y basado en diferente tipo de instrumentos, son un paso casi seguro a un retiro sin sobresaltos. Quizás, en este mundo vertiginoso, no alcance para “retirarse rico”, pero si para “retirarse tranquilo” y empezara disfrutar de la nueva etapa.

Sin embargo, un dato salta como alarma al desmenuzar los resultados del último Check up financiero de Mercer a nivel América latina: la mayoría de los empleados piensan vivir su retiro por medio de ahorro, inversión o negocio; sin embargo, la mayoría ahorra menos del 5 por ciento de su sueldo.

UNA MIRADA DIFERENTE

Trabajar en este plan financiero de largo plazo es clave, y mucho más con el concepto que hoy en día se tiene de la etapa siguiente al retiro de la actividad laboral full time. Esta se entiende cada vez más como una etapa de disfrute porque la tendencia (entre quienes pueden) es retirarse aún jóvenes y mantener trabajos puntuales donde le sacan brillo a su expertise pero ya sin ataduras ni horarios que cumplir.

“El tema del retiro está muy presente en la agenda de todos. En quienes ya están más cerca de los 50, se vuelve un tema central dado que muchos buscan empezar a retirarse o hacerlo del todo, antes de los 60 años”, dice Diego Dyszel, profesor del Programa focalizado de Finanzas Personales del IAE Business School, de la Universidad Austral.

Suma Dyszel la particular perspectiva de los más jóvenes: “Hoy día el compromiso de la gente joven con sus trabajos es de alguna manera ‘limitado‘, en el sentido que buscan juntar algo de dinero, para después hacer viajes o tomarse tiempos sabáticos”.

Apuntar al bienestar financiero es la nave insignia por estas épocas tan frenéticas. ¿De qué se trata? “Lo definimos como el hecho de tener libertad y seguridad financiera, ahora y en el futuro”, explica Liendo, de Mercer.

“Nuestro enfoque -avanza la especialista en recursos humanos- parte de dos conceptos muy importantes: presente y futuro, y comprende dos perspectivas, libertad y seguridad. Se trata tanto de la habilidad como de la capacidad que tienen las personas para poder administrar sus ingresos de forma eficiente”.

En ese contexto, las empresas tomaron nota hace tiempo de esta realidad. Primero fueron las extranjeras, le siguieron las nacionales de cierto porte y lentamente algunas PyMEs grandes también se alinean con la idea de ayudar a sus empleados a poner proa a un retiro sin sobresaltos económicos.

“Hoy las empresas, con el objetivo de mejorar su propuesta de valor, incorporan beneficios voluntarios en general, de los cuales el ahorro es una parte“, explica Deza, de WTW.

En este tipo de estrategias el activo más valioso es el tiempo, incluso más que de cuánto sea el aporte o ahorro.

Las herramientas que pueden utilizar las empresas para viabilizar estos planes para sus empleados van desde seguros de retiro hasta fideicomisos en el exterior.

Fabián Hilsenrat, vicepresidente 2° de la Asociación Civil de Aseguradores de Vida y Retiro (AVIRA) remarca que “para las empresas los seguros son una alternativa muy interesante. Tanto para retener al personal valioso, como para premiar trayectorias laborales, o para colaborar con el bienestar futuro de su comunidad de trabajadores“.

“Hay coberturas a cargo del empleador y otras compartidas en las que el aporte lo realizan trabajador y empleador. En ocasiones se aplica a los cuerpos gerenciales y en otras a la totalidad de los recursos humanos“, desglosa Hilsenrat.

La crisis económica no influyó, aparentemente, en la vocación de las empresas por colaborar en la planificación financiera de largo plazo. “La práctica de planes de pensiones no disminuyó, por el contrario, seguimos observando empresas que continúan implementando nuevos planes”, aporta Liendo, de Mercer.

De acuerdo a los datos de la consultora, que se especializa en planes de carrera y diseño de beneficios para empleados, entre otros, “las restricciones cambiarias hicieron que estos instrumentos que pueden ofrecer las empresas se vuelvan atractivos como canal para el ahorro”.

Tradicionalmente, quienes más acceso tienen a estas alternativas dentro de las corporaciones son aquellos talentos que la empresa quiere esforzarse en retener. En algunos casos, el aporte es 1:1, es decir por cada peso o cada dólar que ahorra el empleado, el empleador aporta otro tanto. En otros, la relación es diferente, o simplemente los impulsa y les otorga herramientas sin hacer aporte. Cada caso es particular, y los trajes a medida abundan.

“El 66 por ciento de estos planes son para posiciones claves. Sin embargo, la tendencia actual que estamos viendo en muchas de estas compañías es hacerlo lo más inclusivo posible sumando a todos sus colaboradores”, aporta Liendo.

Deza, por su parte, hace foco en que las empresas son conscientes que ahorrar para la jubilación es una necesidad de sus empleados. “Les ofrecen el acceso a vehículos especializados, con ahorro en moneda dura y en el exterior, para que puedan canalizar voluntariamente esos ahorros individuales”. Usualmente la empresa financia únicamente el costo de administración de la estructura.

Solos o acompañados, desde el inicio de la carrera laboral o ya pegando la curva que encamina al retiro, lo crucial es tomar el mando y ocuparse del tema. Porque hoy nadie quiere tener entre sus planes trabajar diez horas diarias hasta pasados los 65 años.

“Dada la vorágine que vivimos en la actualidad, con noticias que se transmiten a velocidades increíbles por las redes, y después de un par de años prácticamente aislados por el Covid-19, es importante tener presente el retiro en nuestra agenda pensando en qué consumimos y cómo distribuimos el tiempo”, dice Dyszel y pone énfasis en una modalidad en gestación: “Ya no queremos esperar a los 60 o 65 años para retirarnos. Queremos compatibilizar nuestra agenda y empezar a hacer ‘pequeños retiros’ mucho antes que a esa edad. Y en la medida de lo posible, vivir directamente de nuestras inversiones y ahorros“.

Fuente: Esta nota se publicó originalmente en el número 343 de revista Apertura